Ya es conocida la batalla que ha iniciado la actual ministra de sanidad, Ana mato, con el fin de modificar los horarios nocturnos españoles y adaptarlos a los del resto de los países europeos.
Las quejas de muchos de los españoles respecto al tardío “prime time” que impera en nuestro país, ha calado en la ministra, que con el fin de adelantar el final a las 23 horas, se está reuniendo con las televisiones y la liga de futbol profesional.
La respuesta de las cadenas de televisión no ha sido otra que la esperada: el horario se fija en función de la audiencia, y ésta de las 20.00 a las 22.00 horas aumenta en un 30%.
Esta gran diferencia se debe, sin duda, a los horarios laborales, y el horario del “prime time” no es más que una consecuencia.
En nuestro país llevamos un ritmo de vida muy diferente al del resto de europeos, que comen de 12.00 a 13.00, con un descanso de una hora entre jornada y jornada, lo que les permite salir entre las 17.00-18.00. Este horario adelanta la hora de llegada a casa, la cena y el momento de echarse en el sofá a ver el telediario o nuestra serie favorita.
Y es que si el prime time es el tejado de la casa, ¿No se debería empezar por los cimientos?
Una buena racionalización de los horarios laborales, la adaptación a la hora de Greenwich, que fue cambiada por razones militares en época de Franco y no lógicas, y el consecuente adelanto del “prime time”, serían el conjunto de medidas perfectas para aumentar nuestra calidad de vida en todos los sentidos. Diversos estudiosindican,y así lopromulga Asociación Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (Arhoe), que la racionalización de los horarios mejora la salud, la productividad, el absentismo laboral, la siniestralidad laboral y de tráfico y el fracaso escolar. Los horarios actuales, nos restan 53 minutos de sueño respecto al resto de europeos, minutos que se ven reflejados en la productividad y en la felicidad de las personas.
Para que los horarios cambien también debe variar la mentalidad de las empresas y de los Gobiernos. Y para ello, habría que adoptar leyes para favorecer a las compañías que tengan en cuenta unos horarios razonables y esa sensibilidad de que a las 13.00 se puede estar comiendo y a las 17.00 saliendo del trabajo, porque productividad no es presencialismo, ni trabajar más horas quiere decir trabajar mejor.
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